No hay nada que me reviente más que esos iluminados que te hablan con aire pontifical sobre cómo deberías vivir tu vida. “Levántate a las 5 am”, “Haz yoga”, “Come kale”, “Visualiza tu éxito”. ¡Patrañas! Esos gurús de aeropuerto siempre me han parecido tan confiables como un político en campaña.
Pero hoy, queridos lectores de La Neta, me voy a contradecir olímpicamente y les voy a soltar MI recetario para vivir en este México surrealista sin terminar con un tic nervioso o medicado hasta las cejas.
Primero: agradece que sigues respirando en este valle de lágrimas. Mientras lees estas líneas, hay compatriotas que ya están haciendo fila en la antesala de San Pedro, probablemente quejándose del clima.
Cuando puedas comer, come como si no hubiera mañana (y con los precios actuales, tal vez no lo haya para tu cartera). Si puedes dormir sin que te acosen las preocupaciones, los vecinos ruidosos o ese perro que ladra incesantemente, ¡hazlo! El insomnio es la antesala del manicomio y te hace pensar estupideces que luego, inevitablemente, terminas ejecutando con precisión milimétrica.
Los problemas grandotes que aparecen en los noticieros y que hacen que Loret de Mola ponga cara de funeral, ¡déjalos! Ni eres Superman ni naciste en Krypton. Ocúpate de lo que está a tu alcance. ¿De qué te sirve angustiarte por la economía global si no puedes ni organizar tu clóset?
Si la vida te da, agarra. Un cumplido, un abrazo, una invitación a comer. No seas orgulloso. Pero ojo: no agarres lo ajeno. No seas como esos funcionarios públicos que confunden el erario con su alcancía personal.
Aléjate de los pendejos como si tuvieran una enfermedad contagiosa, porque la tienen: la pendejez es una epidemia nacional más extendida que cualquier virus. Te los encuentras en el tráfico, en las oficinas gubernamentales y hasta dando consejos en las sobremesas familiares.
En este México mágico, surreal y a veces infernal, no te preocupes por las apariencias. Mientras medio país se endeuda para el último iPhone, hay quienes tienen todo y no tienen paz. Son los que manejan BMWs blindados pero no pueden dormir sin pastillas.
Y por último: si la vida te da limones, por todos los santos, ¡no hagas limonada! Pide mezcal y sal, haz un brindis por seguir de pie y ríete de las adversidades. Al final, incluso la muerte tendrá que esforzarse para llevarse a un mexicano que ha aprendido a bailar con la crisis.
Como decía mi abuela, más sabe el diablo por viejo que por diablo. Y yo ya estoy bastante viejo para andarme con rodeos.