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InicioCIENCIASobre el amor y la infidelidad

Sobre el amor y la infidelidad

Queridos lectores de “La Neta”, hoy les traigo un tema más complejo que explicarle economía a un político: el amor y la infidelidad, esos dos inquilinos del corazón que se llevan como perros y gatos en un callejón.

Resulta que una antropóloga llamada Helen Fisher (que debe tener más doctorados que yo tequilas en mi colección) dice que el amor no es tanto una emoción como un sistema cerebral. Vaya, que no es cosa del corazón sino de la azotea, como siempre sospechamos.

Pero agárrense, porque esto se pone mejor que telenovela de Televisa: según la doctora, tenemos tres sistemas cerebrales relacionados con el amor. Es como si tuviéramos tres mariachis tocando diferentes canciones al mismo tiempo en nuestra cabeza:

  1. El impulso sexual: ese que nos hace voltear más que taxista buscando pasaje.
  2. El amor romántico: el responsable de que escribamos poesía más mala que una cruda de mezcal.
  3. El apego de pareja: el que nos hace aguantar hasta los ronquidos del ser amado.

Y aquí viene lo bueno: estos tres sistemas pueden funcionar independientemente. Es como si tu cerebro fuera un camión de mudanza donde caben varios muebles diferentes. Puedes estar más enamorado que Romeo de tu pareja, mientras tu impulso sexual anda de pachanga por otro lado, y tu apego se toma un café con alguien más.

Las estadísticas dicen que entre el 20 y 40% de los hombres casados y entre el 20 y 25% de las mujeres le ponen los cuernos a su pareja. Números más altos que la inflación en época de crisis.

¿Y saben qué es lo más chistoso? Que según los estudios, el 56% de los hombres infieles y el 34% de las mujeres infieles dicen que su matrimonio es “feliz” o “muy feliz”. Es como decir que te encanta tu casa pero aun así te vas de hotel.

Para rematar, resulta que hasta existe un gen de la infidelidad. Sí, como lo oyen. Es como si algunos trajeran de fábrica el chip del “no me comprometo”. Los científicos lo llaman el alelo 334 de la vasopresina, yo lo llamo el “gen del cabrón”.

Y por si fuera poco, esto de la infidelidad es más viejo que el hambre. Los griegos, los romanos, los japoneses, hasta los esquimales le entraban al juego de las escondidas maritales. Es como si fuera parte del sistema operativo humano, como Windows pero con más bugs.

Pero no todo es culpa de la biología. También influyen factores psicológicos, culturales y económicos. Es como una receta de cocina donde cada quien le pone su toque personal a la infidelidad.

¿Y saben qué es lo más curioso? Que a pesar de que casi todas las culturas la condenan, la infidelidad sigue siendo más común que político en campaña. Es como si nuestro cerebro nos dijera “no lo hagas” mientras nos guiña el ojo.

La doctora Fisher sugiere que todo esto viene de nuestros antepasados. Los hombres infieles se reproducían más (vaya sorpresa), y las mujeres infieles conseguían recursos extra y respaldo por si el marido se iba por cigarros y no volvía.

En fin, mis queridos lectores, como pueden ver, el amor y la infidelidad son más complicados que explicarle física cuántica a un perro. Pero al menos ahora pueden culpar a sus genes cuando la rieguen… aunque no creo que eso les funcione con su pareja.

Y ya saben, si están leyendo esto mientras tienen una aventura, recuerden: la ciencia los entiende, pero su pareja probablemente no.

¡Salud! Y que el gen 334 no los agarre confesados.

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