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La historia del Supermercado del Amor, La moraleja nos les gustara a algunas.

Queridos lectores de “La Neta”, hoy les traigo una historia que me llegó desde Francia, ese país donde el amor es un arte y, por lo visto, también un negocio por departamentos. Resulta que han abierto una tienda donde las mujeres pueden comprar marido, así como quien va al súper por un paquete de jamón serrano.

El concepto es sencillo: un edificio de seis pisos donde, conforme subes, mejora la calidad del “producto”. ¡Ah! Pero con una regla digna del infierno de Dante: no puedes regresar a pisos inferiores. Una vez que decides subir, te olvidas de lo que dejaste abajo. Como cuando decides probar los tacos de canasta del puesto nuevo, sabiendo que los del puesto de siempre están garantizados.

Nuestra protagonista, intrépida como mexicana cruzando El Paso, comienza su aventura. En el primer piso encuentra hombres con trabajo. Nada mal en estos tiempos donde algunos galanes tienen más excusas que currículum. Pero ella, ambiciosa como político en campaña, decide subir.

En el segundo piso, además de trabajo, estos ejemplares aman a los niños. O sea, no salen corriendo cuando oyen el llanto de un bebé en el restaurante. Progreso, pero insuficiente para nuestra exigente compradora.

Tercer piso: trabajo, amor por los niños y belleza. Vaya, hombres que no parecen salidos de “El Señor de los Anillos” como extras de orcos. “¡Guau!”, piensa ella, pero la curiosidad puede más.

Cuarto piso: los anteriores atributos más ayuda en las tareas del hogar. Hombres que saben que la escoba no es solo para tomarse fotos en Halloween y que los trastes no se lavan solos. “¡Increíble!”, exclama, pero sigue subiendo como precio de la gasolina.

Quinto piso: todo lo anterior más romanticismo extremo. Hombres capaces de recordar aniversarios sin ayuda de Facebook y que saben que las flores no son solo para funerales. Casi cede, pero la tentación del último piso es demasiado fuerte.

Y aquí viene el gran finale: El sexto piso está vacío. Solo tiene un letrero que dice: “Usted es la visitante número 9.585.676. Este piso existe para demostrar que ustedes nunca estarán conformes”. Un golpe bajo más doloroso que pisar un Lego descalzo.

Pero la historia no termina ahí. Enfrente abren otro negocio similar para hombres. También de seis pisos con la misma regla: no puedes bajar una vez que subes.

El primer piso tiene mujeres que “no te están molestando todo el día”. Y aquí viene lo revelador: hasta la fecha, nadie ha subido al segundo piso. Ningún hombre ha sentido la necesidad de ver qué hay más arriba. Se conformaron con la paz y la tranquilidad del primer nivel, como quien encuentra un lugar de estacionamiento en primera fila.

La moraleja, mis queridos lectores, es que hombres y mujeres somos como Televisa y TV Azteca: distintos pero igualmente incorregibles. Ellas buscan el hombre perfecto que solo existe en las películas de Hugh Grant, y ellos se conforman con lo básico: tranquilidad y, supongo, una cerveza fría en el refrigerador.

Como dicen las abuelas: “Nadie es perfecto, mijito. Y si lo fuera, seguro no te haría caso a ti”.

Y ya saben, si alguna vez visitan Francia y ven estos negocios, recuerden: a veces lo bueno está en el primer piso. O mejor aún, en la taquería de la esquina, donde el amor verdadero siempre sabe a pastor con piña.

¡Salud! Y que sus relaciones tengan más pisos que edificio de gobierno, pero con mejor mantenimiento.

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